El patio central de los monoblocks de Berazategui es el lugar elegido para armar este tipo de encuentros que nacieron en 2020 durante la pandemia y que se terminaron de instalar con el fin de las restricciones.
Los pibes del conurbano viven una realidad paralela, construyen sus universos al margen de las agendas de problemas cotidianos que saben manejar los adultos promedio. La familia, el trabajo, las responsabilidades, parecen ser problemas de los grandes, casi una leyenda urbana para los pibes que eligen “no acostumbrarse” a esa realidad, por más que los atraviese.
Los pibes bravos de Centroamérica se guardan en sus barrios para evitar problemas, para que los problemas no los encuentren. Los antecedentes, los vueltos, las causas pendientes, invitan a que la fiesta sea entre conocidos, donde no se asumen riesgos, ahí donde se conoce el terreno.
Una modalidad similar, bautizada con el mismo nombre, empezó a tener lugar en tiempos de pandemia y se terminó de instalar, cuando la pandemia empezó a desconocer las restricciones, en el conurbano.
El “Vacilón” nació allá, hoy ya lo encontramos acá
El “Vacilón” le hace un espacio a los que no tienen el auto en condiciones de cruzar a Capital, o la mecha (moto) no “está legal”. La billetera resiste más en Berazategui que en Costa Salguero, acá “se escabia más y se paga menos”, la entrada es gratis y, según me cuenta un antiguo vecino del barrio y organizador, “se sale mejor de lo que se entra”.
Rumbeamos por autopista Buenos Aires La Plata y bajamos en el peaje de Berazategui. La primera referencia que nos ofrece el paisaje es el teatro de operaciones de la movida que vinimos a contar.
El complejo “Juan el Bueno” no es un barrio cerrado, pero sus monoblocks encierran la fiesta pasillos adentro. El patio central es el escenario al que llegan pibes de todas partes para armar el “Vacilón”. Ellos son los protagonistas. Los vecinos, algunas décadas más grandes que ellos, son los espectadores del cambio de época.