El lugar era un pastizal impenetrable, lleno de ratas, escombros y a punto de ser tomado. Ahora los que no los atendían cuando hacían el reclamo son los mismos que les quieren sacar el predio.
Los vecinos de Bernal tienen la sensación de que siempre van a tener que pelear por el campito. Lo tuvieron que hacer hace años, cuando el colegio industrial El Chaparral se mudó a un predio nuevo y dejó abandonado el campo de deportes.
Ese terreno se convirtió en un pastizal impenetrable en el que las ratas, los escombros y la amenaza de toma se multiplicaban.
Fue en ese momento en el que ellos se unieron y, frente a la ausencia de una respuesta por parte del municipio de Quilmes, lo transformaron en el parque que es hoy. Todo salió de sus bolsillos o de la ayuda de empresas y viveros que donaron materiales, tierra y plantas hasta convertirlo en el orgullo del barrio. “El pueblo y los vecinos se unieron para hacer algo en común y eso me emociona, me da esperanza”, dijo uno de los vecinos que participó del proyecto.
Hoy la política parece haber descubierto su valor. Y avanza con un proyecto para construir en el predio. Nadie los consultó a ellos, los que lo transformaron y cuidaron mientras no les atendían el teléfono. “Lo que defendemos es que nos escuchen, que no hagan su idea sin escuchar a los vecinos”, reclamó una mujer que también se ocupó con sus propias manos de hacer que esto funcione.
Ahora que todo cambió, uno de los quilmeños comentó: “Una de las cosas que más me llamó la atención es ver congregarse a la gente a tomar mate, chicos jugar a la pelota, y ver otros con timidez que todavía no se animan a entrar”. El vecino insistió: “Necesitamos el apoyo político para que esto sea una plaza”.
“Van frenando nuestras aspiraciones, la política es así, no somos ingenuos, por eso queremos defender con todo nuestro ser que esto sea un espacio verde”, afirmó.
Hoy, entre lo que quiere el municipio, y lo que sueñan los vecinos, hay un abismo más grande que el campito.